domingo, 16 de noviembre de 2008

Bajarse del carro

Dicen que Luis Aragonés tomó la decisión de prescindir de Raúl González Blanco durante la concentración de la Copa del Mundo de Alemania, una vez que el capitán por aquel entonces le empujó a sancionar a Villa y Albelda por llegar tarde al hotel después de un permiso. Dicen también que la vehemencia con que el entrenador atajó la intromisión del futbolista fue de órdago. Por si no estuviera convencido con aquello, Aragonés decidió que no había vuelta atrás después de comprobar el comportamiento del 7 del Real Madrid durante un partido de clasificación para la Eurocopa; creo que aquel en el que Noruega humilló a la selección. El que nunca hace nada y sus pretorianos estaban condenados. Salió bien, no podía ser de otra forma teniendo en cuenta los antecedentes que dejaron estos insignes fulanos.

Despojado de la bandera patria, Raúl se anudó bien al cuello la del equipo blanco, autoconvencido de encarnar todo lo que representa el Real Madrid. Apoyado además por una corte de propagandistas mediáticos, acapara funciones ajenas a su labor en el terreno de juego.

Dada la situación del Real Madrid, alguien debería acabar con el mesianismo de este tipo, poseedor de licencias infinitas para visitar al presidente y aconsejar los movimientos que debe dar el club. La entidad de La Castellana quema el talento mientras blinda a rémoras del pasado. Ahí siguen Raúl, Guti y Míchel Salgado, superpuestos sobre el resto por no se sabe qué razón sentimental. Dicen representar valores, y uno no sabe distinguir bien si esos valores son los del Real Madrid, los suyos propios o los que ellos mismos entienden como esenciales en el club. Mientras, te convences más de que viven en un estado policial basado en que lo que no encaja con ellos tampoco lo hace con el Real Madrid.

"Aquí mando yo", debería decirles alguien. Alguna persona que vele por el club. Y, entretanto, si se echa un vistazo al eterno rival, se comprueba cómo han sabido imponer una filosofía de club por encima de todo lo demás.

Cada vez entiendo más a la enorme parroquia de seguidores de Raúl. En un deporte en el que el talento es lo que marca la diferencia, él es como el resto -millonario, eso sí-, pero igual a los demás. Un buen futbolista, a secas, que usa como recurso principal lo que podría usar cualquier mortal: la lucha, el esfuerzo, la garra... El recurso de los que no tienen nada más que ofrecer. "Es uno de los nuestros", parecen corear los aficionados. Vela por ellos, mientras siguen alimentando al monstruo.

Igual es una coincidencia, o puede que tan sólo un alarde de oportunismo poe parte de los muchos chupópteros -ya me tardaba el soltarlo- que pueblan el pesebre del periodismo deportivo de este país, pero ya se empiezan a oír voces disidentes en el Raulismo oficial. Se empiezan a bajar del carro desde las radios y páginas de los diarios.

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