Vienen a decir que la memoria funciona por asociaciones. Somos incapaces de recordar qué hicimos ayer por la tarde, pero, en cambio, recordamos perfectamente el primer beso, el primer... ejem. y tal, parafraseando a Luis; pero cualquier aspecto aislado, incluso cuando tenemos que estudiar, nos resulta tremendamente complicado.Seguro que muchos recuerdan perfectamente qué hicieron el día de los atentados del 11-M en Madrid. Rememoramos cada instante de aquel día porque todo quedó asociado a la tragedia. La hora a la que nos levantamos, lo que comimos, cómo nos enteramos de los que estaba pasando; un sinfín de detalles.
Con el fútbol pasa igual, por muchas cosas. La principal porque es un deporte tremendamente emocional. Aunque España no hubiera ganado la final, todos recordaríamos en detalle qué hacíamos la tarde que aplastamos a los rusos o el día en que Casillas mandó a los italianos de nuevo tras los Alpes.
Podemos acumular datos en la memoria: Italia ganó el Mundial de España y el de Alemania; Grecia la Eurocopa de Portugal; o Alemania la Copa del Mundo del 90. Da igual. Lo bonito, el decir: "Joder, el día que Silva le metió el tercero a los rusos me levanté a las mil y me comí un bocadillo que te cagas en el bar de abajo, y...". Ésto está reservado para los grandes.
Qué alegría. Qué gusto da que hasta a los más descreídos como yo de vez en cuando les tiren abajo sus prejuicios. Habrá que analizar con detalle todo lo que ha sucedido estas últimas semanas en Austria y Suiza, pero ha quedado demostrado que el fútbol, a veces, es justo. No entiende de esos asuntos este deporte; con la victoria española él mismo es el que ha ganado, después de permitir un sinfín de canalladas.
Guillermo Pardo reflexiona en su
En las últimas semanas me ha extrañado comprobar cómo no encontraba ni un sólo ejemplar de La Vanguardia por tierras coruñesas. Más gente me lo ha constatado: los kioskos de la ciudad ya no lo venden, supuestamente porque la distribuidora del diario ha dejado de comercializarlo por estas tierras periféricas. No se puede encontrar tampoco por los organismos oficiales, como bibliotecas o ayuntamientos. Ni siquiera en el periódico donde trabajo, en el que es común el tradicional intercambio de ejemplares entre cabeceras.