
Desde un principio, la película era una especie de déja vu; sabía que eso ya lo había visto, me lo conocía.
Al final, con los créditos, vi que aparecía un tal Nick Hornby como guionista; googleleando descubrí que el título original del film era 'Fever pitch'.
Los que, como yo, creemos en una determinada forma de hacer periodismo deportivo, alejada del griterío tomatero, el pesebrismo, el amarillismo y las paletadas de algunos, le debemos mucho a Hornby y a su novela 'Fever Pitch', traducida al castellano como 'Fiebre en las gradas'.
La cinta hollywoodiense es entretenida y quizás más cercana al público mayoritario de lo que lo es la primera versión cinematográfica del libro -del año 1997-, no en vano está dirigida por los hermanos Farrelly y contiene varios gags de su humor característico. En el fondo, la historia es la misma: un seguidor de un equipo eternamente perdedor se enamora de una chica, la pierde y tiene una crisis existencial. La diferencia está en que el protagonista, en este caso, ya no es un hincha del Arsenal, sino del equipo de béisbol de Boston, los RedSox. Da igual, los dos son ejemplo del infortunio y la desgracia eterna que se torna en éxito inesperado. Lo genial de todo, libro y películas, está en comprobar la inmensa alegría que experimenta alguien acostumbrado al fracaso, en ver cómo siente el triunfo un tipo para el que las expectativas son muy bajas. Esto es algo inalcanzable en el deporte para los seguidores de los equipos grandes, como es mi caso; tan sólo sentimos el alivio del objetivo alcanzado.
Otro día a ver si hablamos de los RedSox y su fascinante historia.
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